sábado, 7 de septiembre de 2013

Art Gallery y elecciones

Ayer visité la NSW Art Gallery, el museo de arte clásico más importante de la ciudad. Me sorprendió por su tamaño, que difícilmente se adivina al mirar la fachada. Una vez dentro descubrí que han excavado unas cuantas plantas subterráneas, y lo que parecía una visita corta se convirtió en varias horas de pasear por las galerías. Incluso tuve que hacer un descanso para comer el restaurante del museo. Lo que más me gustó fue la sección de arte aborigen y el ala dedicada a la pintura clásica europea o de inspiración europea, que me recordó al Louvre o a El Prado. Las exposiciones temporales me dejaron un poco más frío: la de Sydney Modern describe la modernización de la ciudad, por ejemplo la construcción del Harbour Bridge, y la de dibujos y grabados españoles es un poco aburrida.


Tras la visita al museo y un paseo por los jardines botánicos para aprovechar el día veraniego que disfrutamos ayer, volví a casa y estuve siguiendo con curiosidad el resultado de las elecciones legislativas australianas. Como estaba previsto, hubo un cambio de color político, y el gobierno laborista pagó el desgaste de sus peleas internas y salió fuertemente derrotado. Durante los próximos años, Australia tendrá un gobierno liberal. Conviene aclarar que "liberal" significa "conservador". El nuevo primer ministro, el tercero este año, Tony Abbott, tiene unas ideas retrógradas en asuntos como la ecología y los derechos civiles. También tiene una reputación de escasa simpatía por la causa feminista, con algunas declaraciones que harían sonrojarse a Silvio Berlusconi. Para completar el perfil, añadamos que es un ex-seminarista católico de educación jesuita, activista pro-monárquico y que destacó como boxeador en la universidad de Oxford.

Mi impresión es que la campaña ha sido menos asfixiante que las españolas, quizás porque el resultado parecía inamovible desde el principio. Como aquí no tienen que soportar los terribles niveles de corrupción, crisis y paro que sufre España, la campaña se ha centrado en otros temas. Por ejemplo, el balance entre la conservación del entorno y una economía basada en el sector primario. En los últimos años, Australia ha conseguido soslayar la crisis gracias a sus enormes exportaciones de carbón, hierro y gas natural. El gobierno laborista saliente a duras penas consiguió establecer un impuesto sobre el CO2, para que las empresas contaminantes pagasen. Pese a ello, las emisiones de CO2 per capita de Australia duplican a las de otros países poco ejemplares como España. El nuevo Primer Ministro, negacionista o por lo menos escéptico del cambio climático y con preocupantes lagunas en química, ha prometido eliminar rápidamente este impuesto verde. En su famoso documental, Al Gore citaba a Upton Sinclair: "Es difícil que una persona entienda algo si su salario depende de que no lo entienda".

Las infraestructuras de banda ancha también han sido tema de debate. El gobierno saliente puso en marcha un plan llamado NBN para paliar el absurdo atraso tecnológico de Australia, un país rico donde las conexiones a Internet no están a la altura. El nuevo gobierno, más preocupado por cuadrar las cuentas públicas y tener una Hacienda con superávit, ha anunciado que continuará con una versión descafeinada del NBN, sustituyendo la fibra óptica por otras tecnologías más baratas pero que quedaron obsoletas el siglo pasado.

Otros asunto que ha surgido durante la campaña ha sido el matrimonio homosexual, cuya aprobación parece imposible a la vista de las posiciones poco progresistas del nuevo gobierno. También se ha discutido sobre la inmigración, tanto la legal (visas de trabajo como la mía) como la ilegal (llegada de barcas llenas de inmigrantes a las costas del norte de Australia). En este último tema, los dos grandes partidos parecen competir para ver quién tiene una postura menos solidaria.

La cobertura que han hecho los medios de la campaña y las elecciones también me ha sorprendido. La prensa y televisión, fuertemente controladas por un único empresario, se han decantado de forma casi unánime por los conservadores. No han ahorrado en descalificaciones sin delicadeza hacia el gobierno saliente ("Echemos a esta mafia", titulaba el Daily Telegraph) o en poco sutiles indicaciones para los votantes ("Australia necesita a Tony", proclamaba el Sydney Morning Herald a toda página el pasado domingo).  Ayer estuve zapeando para ver la cobertura de la noche electoral en distintos canales. Casi se me atraganta la cena al ver cómo el Channel Nine procedía a arrojar a los tiburones a los cargos electos desalojados, ante el regocijo de los comentaristas políticos. El video habla por si mismo.

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