martes, 6 de febrero de 2018

La broma del nombre del barco

Sydney es una ciudad costera de cinco millones de habitantes alrededor de un gran estuario llamado Port Jackson que tiene 317 kilómetros de costa, aproximadamente los mismos que tiene Asturias. Con tanta gente viviendo alrededor del estuario es normal que el agua sea una importante via de comunicación. Miles de residentes utilizan múltiples líneas de "ferries" para trasladarse cada día a su trabajo. Los turistas disfrutan de las espectaculares vistas en sus viajes hacia Manly, Taronga Zoo, Watsons Bay o Parramatta. Algunas de las líneas más populares son atendidas por transbordadores de entre 400 y 1000 personas de capacidad y con 30-40 años de servicio. Sus colores verde y amarillo los convierten en iconos de la ciudad.

A algunos de estos veteranos buques están siendo reemplazados por una nueva flota de 6 barcos de clase "Emerald". El contrato fue otorgado hace unos años por 50 millones de dólares, y han ido entrando en servicio progresivamente durante los últimos 12 meses.

Por supuesto, cada buque debe tener un nombre. Tradicionalmente Sydney ha utilizado nombres de playas, nombres de barcos de la Primera Flota (la que dio origen a la colonia) y nombres de atletas australianos para varias clases de transbordadores. En esta ocasión, el gobierno de Nueva Gales del Sur (NSW) decidió organizar una votación que los ciudadanos propusieran y eligieran los nombres de los 6 nuevos barcos, proponiendo como tema general "líderes sociales y científicos australianos".

Según parece, el coste de la votación ascendió a 100,000 dólares. En teoría parte del coste se destinó a evitar que se repitieran bromas como la que reventó una votación similar en el Reino Unido y que provocó que un costoso buque científico acabase bautizado como Boaty McBoatface. Sin mucho éxito, según parece: cuando los resultados fueron anunciados, el Ministro de Transportes proclamó además de 5 nombres de notables líderes y científicos australianos (incluyendo un oftalmólogo, un cirujano, una ginecóloga y dos líderes aborígenes), debido al abrumador resultado de la votación popular uno de los buques recibiría el nombre de Ferry McFerryface. Australia ya tenía su "momento Chikilicuatre".

La noticia fue recibida con estupor. El sindicato de los trabajadores se negó a usar ese nombre y como resultado el barco fue botado oficialmente como Emerald 6, pero rotulado como Ferry McFerryface. Obviamente su entrada en servicio hace solo unos meses fue todo un acontecimiento y ha sido protagonista de innumerable selfies en Instagram. Todo un éxito desde el punto de vista de la promoción turística.

Sin embargo, la pasada semana un medio de comunicación obtuvo acceso a las actas de las votaciones. Resulta que contrariamente a lo que se había dado a entender, el nombre Ferry McFerryface no resultó ganador por voto popular. De hecho, apenas recibió unos pocos votos. La decisión de utilizar este jocoso nombre fue tomada personalmente por el Ministro en una decisión difícil de explicar cuando te has gastado 100,000 dólares de los contribuyentes para que voten. Las confusas explicaciones del Ministro cuando el asunto salió a la luz solo sirvieron para ahondar en el ridículo. Esa misma noche el barco fue repintado y a la mañana siguiente volvía al servicio con su nombre genérico, Emerald 6.

Unos días después, el barco volvió a ser rotulado, esta vez con el nombre de una escritora de libros infantiles. Pero resulta que este tampoco es el nombre que el barco debería tener. De hecho, esta escritora (cuyos méritos nadie discute) ni siquiera cuadra dentro de la categoría de los otros 5 nombres elegidos. ¿Cuál debería haber sido el nombre del barco? Resulta que de acuerdo con las actas de las votaciones, el sexto buque debería haber recibido el nombre de un líder ecologista fundador de la ONG Clean Up Australia, que obtuvo muchísimos más votos que Ferry McFerryface. Ya es casualidad que el perjudicado por las maniobras del Ministerio de Transporte sea un líder ecologista. De hecho, cuando parecía difícil caer más bajo, llegó una nueva revelación: esta persona a la que sus conciudadanos eligieron honrar fue notificada de la feliz elección por los funcionarios justo después de la votación. Cuando el Ministro decidió intervenir y alterar los resultados, los mismos funcionarios tuvieron que llamar al ecologista para comunicarle que su nombre había sido excluido por orden ejecutiva.

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